“Todo esto es culpa tuya” -dijo la rubia en tono más que acosador mirando a Felipe. Me di cuenta que el tipo ya no tendría esperanzas románticas con ella. Pero qué importa si seguramente ella será la primera en morir. Yo por mi parte no me siento protagonista así que no puedo decir qué tanto estaré aquí, “todo es cuestión de seguir río abajo” -me digo a mi vez.
Llegamos a un claro en el bosque. Suerte que pudimos encontrarlo. Luego de caminar un rato no podíamos hacer otra cosa sino detenernos a degustar las deliciosas barras de avena que teníamos en la mochila. ¿Cómo llegamos aquí?, puede ser largo y difícil de contar, simplemente digamos que no debes tomar atajos en el bosque.
Pero como todo mundo se cansa luego de caminar un par de horas entre las rocas y la humedad, llega la hora de volver a descansar. Además, ya se imaginan: hay que hacer espacio para seguir echándole bronca a alguien. “Aunque, ¿saben?” -le digo a mis compañeros de excursión (aunque igual podría mirar al cielo y decir 'los que van a morir te saludan')- “a veces siento como si fuera posible controlar todo esto. Como si de repente pudiera cambiar lo que pasó antes y lo que pasará después”. Una mordida a la barra de avena, una mirada alrededor para comprobar que todos piensan que me estoy deschavetando y que terminaré por meterles la navaja entre los omóplatos… misión cumplida, sonrío y sigo comiendo.
Suerte que salimos temprano hoy, de esa manera tendremos más horas de luz para caminar, aunque supongo que en un rato más tendremos que buscar algún lugar seguro para montar la tienda de campaña; en realidad será una manta y unos palos. Entonces podremos jugar a piedra papel o tijeras (tal vez con materiales verdaderos porque, gracia de Dios… tenemos unas tijeras) para ver a quien le toca dormir afuera.
Dos hombres y tres mujeres, todos novatos, ¿cómo me metí en esto?, si estaba anunciado que la cosa no iba a terminar bien en ningún sentido. Pero ¡hey!, yo no me las voy dando por allí de guía experto, solo espero no morir lento sino “de un plumazo”, ¡plaff! Ahora me ves, ahora no me ves. Probablemente nos coman los lobos, aunque tal vez nos matemos entre nosotros, ya saben “homo homini lupus”.
Mientras más oscurece más se avivan los reclamos y ni qué decir cuando llueve un poco. Pobre Felipe, hasta estoy tentado a prestarle mi navaja para que la estrene. ¿Qué hacer cuando te pierdes en una excursión?, me gustaría escribir un manual, tal vez tendría que hacerlo ahora y esperar que aún sea legible cuando alguien lo encuentre.
¿Qué hacer cuando sabes que de allí no pasas? Sacas tu cámara, escribes un poco y disfrutas el paisaje. No es que sea pesimista pero resulta que lo de optimista tampoco se me da mucho si llevo horas caminando, poca comida y el grupo de entusiastas compañeros se convierten en quejosos diez minutos después de una vuelta equivocada. ¿Dónde se dio la vuelta equivocada?, no lo sé. Si lo supiera regresaría. Aunque tal vez la vuelta equivocada la di en la cama y resultó que me levanté del lado izquierdo.
El condenado viento húmedo está dejando de tener gracia, me gustaría poder cambiarlo, ya saben para hacer el asunto más llevadero.
Ah, parece que alguien me escuchó, se siente frío pero ya no cala los huesos.
Seguimos caminando y entonces comienza el fin: la rubita tiene ampollas. Eso pasa por usar calzado fashion en lugar de cómodo. ¿O tal vez hubiera sucedido de todas maneras?
—“¿Para qué?” -comienzan a preguntar indignados mientras le hincan el diente a sus respectivos lonches.
—“Pues no sé, para ser ejemplo de algo, tal vez no ahora sino en el futuro. O tal vez no haya motivo alguno, a veces me da la impresión de que solo somos un experimento raro del destino”.
—“Pues a mí me habría gustado no estar aquí” -dice la rubita. Le estoy comenzando a tomar cariño.
—“No digas eso, si no estuvieras aquí tal vez ni siquiera habrías existido. Mejor cuéntanos tu vida y ayúdanos a entender porqué estamos aquí y a pensar en motivos para sobrevivir al cansancio y a la noche que se avecina”.
—“¿Y para qué quieres saberlo?, ahora qué más da, pásame esa gasa para protegerme el dedo y caminemos mientras se pueda”. Hace un amarre a la gasa, se enfunda el tenis y seguimos porque pronto será hora de cenar.
—§§§—
Afuera (nunca mejor dicho) la lluvia se detiene. Y el escritor mira con cuidado su obra del día y deja escapar un suspiro. Entonces dice para sí mismo al tiempo que cierra su archivo de texto: “Ha sido un trabajo difícil, pero al menos terminé mi práctica de hoy. Como dicen los de AA: ‘un día a la vez’”.
—¿Qué has escrito hoy amor? -se escucha desde el primer piso.
—Pues… al final del día resulta que no tenía ideas, así que imaginé un alter ego, muy alter pero con poco ego el cual sabe que le queda poco tiempo, ¿‘meta-cognición’ quizá?. Como sea, vamos a llamarlo ‘experimento’ para no afectar el verdadero ego y lo dejamos aquí fermentándose, tal vez un día sepa qué les sucedió después o cambie algo. Eso de la rubia lo siento como un cliché, ni siquiera supe justificar su presencia.
—Pues… al final del día resulta que no tenía ideas, así que imaginé un alter ego, muy alter pero con poco ego el cual sabe que le queda poco tiempo, ¿‘meta-cognición’ quizá?. Como sea, vamos a llamarlo ‘experimento’ para no afectar el verdadero ego y lo dejamos aquí fermentándose, tal vez un día sepa qué les sucedió después o cambie algo. Eso de la rubia lo siento como un cliché, ni siquiera supe justificar su presencia.