sábado, 30 de julio de 2011

Terrores ¿nocturnos?

Y  desperté del sueño,
e incorporándome,
con la frente perlada de sudor
hice afán por recordarlo.
Ya no hubo monstruos
ni volaba, ni tampoco corría lento.

Ya no me acosó
la terrible hormiga gigante,
ni el inoportuno zombi
del lugar sombrío.

Los terrores infantiles ya se han ido,
y la mano maternal
que a mitad de la noche envolvía la mía
para protegerme del lejano aullido
ya no la necesito.

Fue una pesadilla, si,
que asoló mi corazón
al mostrarme con ferocidad inaudita
aquello que en vigilia yo negaba,
y era el hecho de que
aun habiendo transcurrido ya estos años
todo siguiera igual.

Hoy será igual que ayer,
ayer fue igual que el anterior a él,
lo mismo, trabajar,
ponerse día tras día detrás del escritorio,
sin descanso, sin remedio,
envolviendo con sonrisas un dolor para callarlo.

Y comprendí por fin que mi peor pesadilla
no es aquella que sueño sino en la que vivo,
es la carencia de sentido,
la ausencia de logros,
el  terrible hastío.